Mi candidato el algoritmo
Cómo las tecnologías cambiaron nuestras expectativas políticas y por qué la dirigencia insiste en representar un mundo artificial y domesticado.
Luego de los resultados electorales en varios distritos, la urgencia de la dirigencia política opositora radica en comprender qué sujeto se le escapa y cómo volver a enamorarlo. La tecnología avanza sobre la decadencia política y normaliza una forma de ver el mundo que deja la contingencia servida para quién se anime a usarla.
Todos los análisis sobre por qué no fuimos a votar son una forma de la indulgencia del propio sistema político y son derrotistas
18 de mayo del 2025
Falta una semana para el 25 de mayo por lo que hoy se comienza a usar escarapela. En la Ciudad de Buenos Aires un grupo de amigos se reúnen para celebrar una raviolada en conmemoración del natalicio de uno de ellos, mientras en las colas para elegir a los concejales municipales se va notando la baja participación de uno de los electorados más politizados de toda la Argentina.
Por centro neurálgico de la política nacional, por contener en sus calles los edificios de todo el buró de funcionarios y por concentrar los medios de comunicación hegemónicos, alternativos e independientes, la Ciudad de Buenos Aires es en potencia lo que parece no poder ser nunca en la realidad. El distrito que albergó las movilizaciones más concurridas contra el gobierno de Javier Milei en tan solo dos años, no fue a votar. El gesto fue leído por múltiples analistas y dirigentes que entienden que el malestar de la sociedad es más grande que el incentivo de defender el derecho democrático. Mientras se denuncia a la política algebraica y especuladora, la sociedad civil entiende que el juego está cerrado y que alterar el orden, como en una ecuación algorítmica, no modifica el producto.
La participación política se ha reducido a una performance en redes sociales. Ese proceso por el cual las organizaciones intermedias y la actividad militante en unidades básicas fue siendo desplazada por la tecnologización de nuestras vidas no es resultado de una dirigencia que dejó de visitar los territorios para hacer reels burdamente guionados. Esa lectura es una forma muy simple de ver un problema y querer taparlo con tierra. Desde la revolución de internet y de las comunicaciones a través de plataformas, una serie de factores tecnológicos, subjetivos y estéticos han ido evolucionando a la par que los factores productivos y económicos. Es impensable imaginar que la economía de plataformas genere una masa de hombres precarizados, cuentapropistas, independientes y autónomos que desprecia la organización sindical y los derechos laborales porque “hacer tu propio trabajo” es económicamente más rentable, la cuenta matemática no es nunca la única cuenta que sacan los hombres. Paralelamente a la aparición de nuevas formas de organizarnos económicamente, gracias a las tecnologías disponibles, se nos presentan también, nuevas formas de percibir y jerarquizar subjetividades, valores y marcadores estéticos que redefinen el sistema de estatus alrededor de una materialidad cada vez más reducida, inmaterializada y concentrada en unas pocas manos.
No porque Juli Strada pasee siempre con un mate y un termo es que la política está como está. Está como está porque el mate y el termo se han vuelto marcadores de estatus popular, y cierta dirigencia política entiende que la representación de eso alcanza para conseguir los votos de ese segmento particular. Dar vuelta el análisis nos permite evitar dos problemas: creer que la dirigencia política abandonó la pretensión de representación y ofrecer una solución todavía más ineficaz y algebraica que implica la escucha constante de la demanda social.
La dirigencia política del kirchnerismo/peronismo no abandonó la pretensión de representación. En primer lugar porque todavía cree que tiene que representar a alguien. No logran identificar la nueva subjetividad popular que representar y es probable que identificarla los enfrente a una realidad más temerosa. El sujeto popular del siglo XXI es un sujeto anarco y libertario producto de los últimos 40 años de democracia liberal que, ellos como parte del consenso democrático, han contribuido a construir. Todos somos un poco anarcos y un poco libertarios. Esta subjetividad no es partidaria, es la hegemonía global, es el piso de condiciones básico por el cual los sujetos navegamos la realidad, es ideológica. Sospechamos del sistema y todavía elegimos la libertad por eso nos da miedo pensar en una máquina controlándonos y puteamos a la AFIP aunque ahora se llame ARCA.
La solución al estado obsoleto de la política es abandonar la política. La política como herramienta de transformación social ya no opera. En un mundo atravesado completamente por la revolución 4.0 y sus efectos transformadores en las relaciones sociales, económicas, e incluso hasta religiosas (hay gente que habla con la IA para hacer una especie de terapia) ¿qué sentido tiene seguir esperando de la política lo mismo que ofrecía en el siglo pasado? El problema de la política no está en la política en sí misma, sino en su operatividad como herramienta. Mientras las tecnologías de la cultura provocaban que el uso de los marcadores estéticos produjeran identidad, en la política, la “representación” casi como arte de la imagen, fue generando un escenario de mercado donde cada cuál tuviera su candidato ideal. Mientras la oferta aumentaba debido a la percepción de nuevas demandas y más desagregadas, la tecnologización de nuestra participación en la esfera de la opinión pública provocaba la fragmentación del sistema político como un resultado esperable dejando desnudo al verdadero sistema que lo operaba.
El pacto oculto fue el neoliberalismo. Hasta que el neoliberalismo falló.
El fin del consumo masivo y globalizado reordenó nuestras expectativas políticas promoviendo la necesidad de una fuerza protectora frente a la crisis global
No leí el Gatopardo, pero un amigo me citó la frase “es necesario que todo cambie para que nada cambie" como una forma de confirmar que las renovaciones de elites son violentas por gusto, tan determinantes como necesarias. Mirar a Estados Unidos en este contexto particular debería ser el deporte favorito de todo quien se llame militante. Crisis solapadas y una sensación de apocalípsis constante que se puede confirmar en la última película de Hollywood, Misión Imposible: Sentencia Final parte 2 (de paso: peliculón por favor veanla, justo habla de IA 's). La política internacional es la primera y única política, sobre todo para pueblos establemente inestables como el nuestro. La disputa entre elites que está teniendo Estados Unidos entre el Complejo Industrial Militar, Wall Street y las Big Techs nos recuerdan lo chiquitito que puede ser en la agenda una elección a concejales. El dia de la liberación, cuando Estados Unidos le declara la guerra comercial a China, se confirma a los ojos de todos el punto de inflexión de un proceso desglobalizador. Para Estados Unidos era imperioso encarar este proceso bajo la presión de seguir siendo un actor relevante en el nuevo orden mundial. La elección del Papa Norteamericano, el segundo del continente en menos de 20 años, habla además de un movimiento brusco de repliegue para la cultura occidental hegemónica, que revisa la decadencia de sus aliados y vuelve a la territorialización como un arma poderosa frente el despliegue del mercado global colonizado por China.
Esta vuelta a casa no es menor, sobre todo porque implica explicar hacia adentro, en el terreno de la política doméstica, por qué consumir menos y más caro es un costo necesario para resguardar la grandeza de América y garantizar a los americanos una buena vida.
El escenario de una potencial guerra, frente a las crisis solapadas ya conocidas y el terror psicológico inyectado constantemente por las imágenes de las redes sociales, son el instrumento ideal para vectorizar la percepción de escasez y riesgo que implica la vida tan abierta que propone la globalización.
Cuando Argentina pague finalmente el costo de vivir en el mundo neoliberal, ya inoculado por la cultura política, pero todavía frágilmente resistido en el plano económico, Milei se llevará la medalla de haber hecho de nuestro pueblo, un pueblo desesperado por el abrigo de Estados Unidos, Pater protector de nuestros recursos y espíritu. El Imperio que el siglo XXI reclama, para las colonias que el siglo XXI genera.
La política es una tecnología siempre es disputa y como tecnología siempre tiene operatividad incluso cuando no lo parezca
Mientras las élites se disputan cómo será gobernar ese mundo, las grandes tecnológicas arrastran con la ventaja de no haber fracasado antes como las anteriores y contar con una herramienta de gestión del riesgo infinitamente superior para administrar las cosas comunes de una sociedad híper aterrorizada. El desafío de las tecnologías es poder materializar los procesos y dinámicas de la digitalidad en el mundo de las cosas reales. Los límites con los que se enfrentan son menores al lado de las potencialidades de poder gestionar las cosas a través de algoritmos. No es loco imaginar una política pública ejecutada por una máquina que registra consumos, deseos y necesidades de todo aquel que esté conectado a Facebook. La tarea de la política hace tiempo dejó de ser la representación. Como mucho emula, a través de la tecnología de la imagen, una forma de la política reducida a la lógica del influenciariado. Mientras la revolución hace emerger a élites, que conscientes, usan la tecnología para extraer, administrar, circular y proteger información como el principal capital del siglo XXI, cierta dirigencia política sigue usando la tecnología como medio de comunicación.
La modificación de la mayoría de nuestras condiciones materiales y subjetivas implica necesariamente una transformación de nuestras expectativas políticas y democráticas. La forma en la que esas expectativas puedan interpretarse es una cuestión tecnológica y no política. No hacen falta dirigentes jóvenes para que usen mejor la herramienta tecnológica. Está confirmado que las nuevas generaciones tienen nula comprensión de conceptos básicos como “archivo”. Que las usen más, no significa que sepan para qué sirven o le den su mejor uso. La reacción del viejo establishment al video hecho con IA que el macrismo denunció como juego sucio, no es una denuncia por el uso inmoral de la tecnología, sino una confirmación de que el viejo establishment no comprende cómo hoy narramos que alguien está viejo, predecible y algorítmicamente vulnerable.
La posibilidad de habitar la contingencia es aquello que la aritmética todavía no pudo domesticar, probablemente le cueste años o abandone esa dirección. La capacidad de hacer algo distinto, aquello no contemplado por el mercado o el algoritmo, todavía no ha sido desterrada del campo de posibilidades y es el punto donde la política insiste en tener sentido. La pretensión de seguir encasillando la “representación” en celdas de excel, political compass o expresiones estéticas es querer domesticarla para que sea apta para consumo masivo. He aquí el principal problema de quienes se esfuerzan por hacerla funcionar: la recolección metódica de demandas alcanzaría para saber cómo generar el producto más adecuado a sus intereses. La política se convertiría en un algoritmo en sí misma, sabiendo qué respuesta ofrecer ante cada usuario.
Cuando finalmente eso sea la política, si es que ya no es, siempre quedará la cultura para inventar una nueva tecnología que nos permita hacer un fuego y conservar el alimento.



